El otro dia le comentaba a deunaquenosabecoser en su blog que me encanta que hagais pan en casa. Luego me quedé pensando (que a veces me da por pensar...) que igual daba la impresión que tengo algo en contra de las panaderías o algo así y quería explicarlo un poco, porque no es por eso.
Cuando hacemos las cosas en casa, o se hacen las cosas en pequeña cantidad de uno en uno, se hacen con esmero, con tranquilidad, es decir con cariño. Y ese es el ingrediente secreto y el motivo que me impulsa a hacer cosas como el pan o el yogur en casa. No es sólo por el ahorro, porque apenas son unos eurillos, sino porque se nota mucho en el sabor de las cosas y el regustillo que dejan cuando son hechas con amor. Es como los productos de nuestra huertita o las cosas artesanas que compramos comparadas con las del chino. No tengo nada en contra de los chinos, pero quiero decir que no es lo mismo fabricar un pantalón, por ejemplo, en una fábrica de confección en la que un chino le cose la pierna, otro pone la cremallera, otro cose el bajo...y cada uno de ellos hace1.240 minipartes de pantalón al día, todo el tiempo la misma...pues como que no pueden ponerle el mismo mimo. Y puede que incluso el acabado sea mejor de aspecto que un pantalón que podamos hacernos nosotras, que igual nos ha quedado incluso un poco "tarado", pero seguro que no nos lo ponemos con la misma ilusión, ni le tenemos el mismo cariño a esa prenda. Porque lleva impreso algo especial, lleva ese ingrediente secreto que algunos conocen y otros lo notan sin saber que és.
Y lo mismo se puede aplicar a cualquier cosa de la vida: una cena romantica en casa preparada por nuestro marido en plan sorpresa, o una muñeca para nuestra niña cosida durante semanas a ratitos, esas albóndigas de la abuela que dejas el plato blanco con el pan, esa marioneta de madera que compras a un artesano de tu barrio, esos pendientes que te ha hecho una amiga para tu cumpleaños o ese dibujo que te ha hecho tu niño para el dia de la madre. Ninguna de estas cosas tiene precio y de aspecto igual no se comparan a un plato de alta cocina, una Nancy último modelo o un cuadro de Picasso, pero en esencia valen mucho más y es por ese maravilloso ingrediente secreto, invisible pero presente, que no se ve pero se siente: la energía del amor que ponemos en algo que hacemos con cariño.