Ya no me quedan más propuestas para el concurso. Hoy os dejo jornada de reflexión y mañana (o pasado) si Dios quiere os pongo la entrada de las votaciones. Así que para relajarnos un poco de un tema tan serio y profundo, os pongo hoy un par de anécdotas que me han pasado últimamente, de esas que cuando te acuerdas te ríes sola.
Lo que hoy os voy a contar no tiene que ver con los niños ni con mis aficiones, bueno si se le puede llamar afición a mi atracción fatal por las basuras ajenas (véase Síndrome de Diógenes), entonces si. El caso es que una vez mi hermana se mudó de casa y no quería llevarse un acuario viejo que tenía en la terraza abandonado hace tiempo. Como sabía que yo en un pasado tuve dos acuarios y me gustaban mucho pues me lo regaló. Lo limpié y lo puse en mi salón a la espera de llenarlo de peces algún día. El "algún día" suele convertirse fácilmente en "nunca". Así que mi querido acuario pasó a ser un trasto inútil que sólo servía para ponerlo encima de mi máquina de coser antigua, para que con la escusa mi marido no bajara la máquina al trastero que no le gusta. El caso es que lo llené de libros, en plan performance decorativa rara y ahí está ese engendro horrible en mi salón: máquina de coser-acuario-libros.
Mi vecino tiene un acuario muy bonito con peces justo en la puerta de su terraza y se ve desde mi terraza. A mi niña le encanta mirarlo y cada vez que sale a la terraza te pide aupi para verlo. A raíz de esto mi marido me da la brasa para que pongamos peces en el acuario, que yo me niego porque da mucho trabajo (y sé a quien le va a tocar por muchas promesas que me haga) y cuesta su dinerillo también. Ahora no me apetece ni tengo tiempo. Un desafortunado día estaba yo metiendo la mano en los pañales que tenía colgados en la terraza en el colgados de los alas y mientras miraba los peces de mi vecino ensimismada como sólo se puede quedar uno mirando peces, vamos. El murete que separa mi terraza de la del vecino tapa el colgador de la ropa así que parecía que estaba ahí fuera mirando descaradamente la casa de mi vecino. De repente se empezó a bajar la persiana, jajaja, menuda vergüenza!! Como había más luz fuera que dentro sólo veía el acuario porque estaba iluminado y no veía que había una persona mirando como yo miraba, jajaja, se pensaría que estaba cotilleando su casa! jajaja. Estuve dos días que me ponía roja sólo de recordarlo y no me atrevía a salir a la terraza.Había pensado salir a sacar una foto para que lo veáis y os pongáis mejor en situación, pero como me pille sacando fotos ya...
El otro día mi marido me trajo una bolsa de basura, de la basura claro, ya que como os conté en la entrada que os enlazo arriba mi Síndrome de Diógenes se lo he pasado a él (si, es contagioso). Me dijo que ya podíamos poner el acuario que había encontrado unas piedras de acuario en la basura. Yo vi esa bolsa por fuera bastante escasa de piedras y pensé que alguien tira unas piedras de acuario por dos razones:
-O que las compró cuándo montó su acuario y le sobraron y andaban por casa hace tiempo, hasta que se decidió a tirarlas. En tal caso estarían en buen estado, pero seguían siendo muy pocas para montar nuestro acuario que es grandecito.
- O que han cambiado las piedras del acuario o unas pocas porque estaban ya viejunas y llenas de algas por lo que no sirven para nada de nada.
En cualquiera de los dos casos no me servían porque no pensaba poner el acuario en marcha. Pero esperé un par de días para que a mi marido se le olvidara el tema antes de tirarlas de nuevo o bajarlas al trastero si estaban nuevas para más adelante. Esta mañana limpiando, he abierto la bolsa porque no recordaba que eran las dichosas piedras, y para mi gran sorpresa me encuentro que son las piedras usadas de una caja de gato!!! Casi me da un ataque de risa, como no tenían cacas, eran azules y blancas y mi marido no ha tenido nunca gato se ha pensado que eran piedras de decoración, jajaja. Conclusión: me tengo que deshacer de ese maldito acuario...