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Lecciones de vida 3: nunca digas nunca


Esta entrada la tenía escrita antes del concurso y luego con lo que pasó en la propuesta 4, me dieron ganas de no publicarlo para evitar que alguien me atacara por mi religión, porque parece que moleste a algunas personas que haya encontrado la felicidad y la paz al hacerme musulmana. Pero luego he pensado que si alguien me falta el respeto lo borro y ya está, no merece ni mi réplica ni que le argumente nada, que es mi blog y no tengo que avergonzarme ni esconderme de lo que soy, porque no hago mal a nadie con esto, así que lo publico tal cual lo escribí en su día.

Hace como 5 años yo era otra persona diferente, por dentro y por fuera. Cosas que antes no me gustaban o incluso odiaba ahora forman parte de mi. Muchos "yo nunca..." se han vuelto en mi contra. Yo era una mujer  ultrafeminista, bastante radical con mis ideas, intolerante e inflexible, nómada, autosuficiente en todos los sentidos, sin ataduras ni compromisos, hoy aquí mañana allí,...

Era atea convencida de que las religiones eran un invento de unos gobernantes para intentar manejar y controlar a las masas en sociedades asalvajadas de hace cientos de años, pero que hoy en día no les encontraba sentido ni razón de ser. Pensaba que quienes las seguían eran algo cortos de entendimiento o incultos, carne de cañón de sectas, manipulables y en algunos casos desesperados por agarrarse a algo para poder soportar sus miseras vidas. Quien me iba a decir a mi que me haría musulmana poco después, que creería en Dios como si lo viera y le rezaría 5 veces al día, que pasaría un mes al año de ayuno voluntario por adoración, que me cubriría de la cabeza a los pies y que eso sería el principio del fin de aquella persona que había sido hasta entonces.  Si me lo llegan a decir primero no me lo creo y segundo me hubiera reído hasta dolerme los mofletes. Sin embargo ahora soy musulmana y estoy muy orgullosa de serlo, a pesar de que sé que mucha gente piensa como yo pensaba y lo noto en sus miradas por la calle y en sus comentarios. Pero también me he encontrado en el camino de mi nueva religión gente maravillosa e increíble, de la que he aprendido muchas lecciones de vida. Pero no quiero hablar mucho de mi religión precisamente porque sé lo que piensan muchos de los que no creen sobre los creyentes en general y de los musulmanes en particular, porque yo también he estado del otro lado (por así decirlo).Y de mi cambio de fe puedo decir que nunca digas nunca.

Yo hace unos años no entendía a las mujeres que eran amas de casa y ya está. Pensaba que eran unas vagas, sin carácter, sin aspiraciones ni metas en la vida, las veía como "putas de un sólo cliente", mantenidas que aguantaban lo que fuera para no tener que buscarse la vida. Me atrevo a confesar esto públicamente (aunque ahora me avergüence de ello) porque ya no soy así, y porque me he convertido en una de esas amas de casa que tanto rechazo me causaban. Y tengo que decir que me encanta ser ama de casa mucho más que trabajar fuera, que soy feliz y no sólo por mis hijos. Porque ahora creo que es una ocupación tan respetable como otra cualquiera. Yo nunca pensé que iba a ser feliz de que me mantendría mi marido y haríamos un gran equipo de esta forma, y aprendí que nunca puedes decir nunca.

Yo miraba por encima del hombro a la gente pudorosa. Pensaba que me había liberado de mis vergüenzas y tabús y estaba por encima de ellos. Era nudista y me gustaba desafiar y escandalizar a la gente. He tenido trabajos en los que me he desnudado sin pudor, como modelo, go-gó o performance. Ahora me cubro por mi religión y he encontrado el valor en ello. He descubierto que soy como una joya, como una perla dentro de su concha que no necesita exibirse para que le digan que es hermosa porque ya lo sabe. He aprendido a valorar mis encantos y a enseñárselos sólo a quien yo quiero porque para mi ahora son algo privado y no algo público al alcance de cualquiera. He pasado de enseñarlo todo a no enseñar nada, de pensar en esas pobres musulmanas que van cubiertas porque les obliga un hombre a ser una de ellas y descubrir el verdadero motivo y una vez más retumba en mi cabeza esa frase: nunca digas nunca.

Desde que soy madre muchas de las ideas que tenía de crianza se han ido esfumando por el camino. Muchas cosas que pensaba que haría no hago y muchas que pensaba que no haría las hago. Muchas veces criticaba a esas madres consentidoras que tienen a los niños "malcriados" y ahora me encuentro que me lo dicen a mi. Una vez más se me demuestra que hay que encontrarse en situación para poder hablar de las cosas y de las personas, porque no tienes ni idea de como reaccionarías tu en su pellejo. Porque jamás puedes imaginar lo que vas a sentir por un hijo hasta que lo tienes y nunca sabes de lo que eres capaz hasta que se te plantea el reto de hacerlo. Así que una vez más nunca digas nunca.

En muchas cosas he pasado de un extremo a otro, en otras no tanto. Me han dicho muchas veces el "quien te ha visto y quien te ve" y hasta me han llegado a decir si voy disfrazada. He cambiado mucho pero también en la forma de ver "el otro lado" de lo que yo creo. He pasado de despreciarlo a tolerarlo y respetarlo. Muchas veces porque yo formé parte de él en otro tiempo y otras veces porque he aprendido que nunca puedes decir de este agua no beberé. Que lo que hoy no te gusta te puede gustar mañana, que te puedes convertir en quien hoy te causa repulsa. La vida es larga y da muchas vueltas. Por esto creo tan importante no ser despectivo con otras formas de vida, de crianza, de lo que sea. Por eso creo que es muy importante la tolerancia hacia los demás. Por eso creo importante respetar todas las posturas y todas las formas de pensar. Por eso digo siempre "Nunca digas nunca!".

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De la cuna a la cama

Después de que dimos el primer pasito hoy hemos dado el segundo. Una vecina mía que tiene trillizos, ya de 6 años, me vino ayer con unas de esas cosas que se ponen en la cama de los niños para que no se caigan porque ya no las usa. Hablando le conté el intento fallido que tuvimos el otro día de ir a Ikea a comprar unas camas (porque me salté la salida en la autovía y no supe volver, jejeje) y me dijo que tenía una cama en el trastero que me la daba. Así que dicho y hecho. Me pareció perfecto empezar con uno de ellos para hacerlo poco a poco, para estas cosas mejor de uno en uno. Le tocaría sin duda a mi niña que está ya muy estrecha en su cuna. Es una cuna especialmente pequeña, más que las de sus hermanos, podéis verla en la entrada que comento al principio. Pues me he tirado media mañana montando la cama y reorganizando la habitación de los peques para que entrara bien, ahora tengo dudas de si entrarán tres camas.... Ha quedado tal que así: A un lado la cama de la niña